3/1/11

Hola

¿Qué tal estás?
Bien.
¿Qué tal la uni?
No hacemos nada.
¿Y lo demás?
Bien.
...
...
¿Te pasa algo? Te noto callado, como triste.
No, nada.
¿Qué tal tu abuelo?
Sigue igual.
Vaya...
...
Y bueno... ¿ligaste este finde?
No.
¿Y la chica aquella? ¿la rubia?
Nada.
¡A qué esperas!
Ya...
No debes quejarte tampoco...
La verdad que no.
¿Seguro que estás bien?
Sí sí, tranquil@. 
Bueno, ya sabes que si te pasa algo puedes contármelo.
Lo sé.
...
Pero sabes que soy así, no suelo hablar mucho de mi...
Ya, pero bueno, ya sab...
Lo sé. Gracias.

2/12/10

Bohemio

Es curioso y preocupante la dependencia que hemos creado del ordenador. En estas semanas he sufrido la abstinencia en mi cuarto de no tener un monitor y por tanto no poder hacer nada de lo que estaba acostumbrado.
Pero en esos días he desempolvado mi otro yo, he descubierto que el día tiene más horas de las que recordaba y me he acercado lo más posible a mi yo bohemio, y me ha gustado.

En estos días he acabado libros y empezado otros, he olvidado las redes sociales para llamar por teléfono, he vuelto a mancharme los dedos de tinta escribiendo en papel algún pensamiento o algún trabajo sin que Word me corrigiera, y luego éstos mismos dedos manchados han vuelto a probar el sabor de una guitarra, aunque aún de manera soez.

Pero todo ello ha acabado como la duración de un espejismo, ahora vuelvo a ver mi vida antigua pero en alta definición, y desde entonces me duelen los ojos.

9/11/10

Vos.

Os habéis cansado del chico duro y con moto del instituto y buscáis a un hombre mejor, porque tiene que haberlo. Habéis buscado un hombre confidente, sincero, detallista, gracioso, romántico, educado, reflexivo, instintivo... Pero al final, visto la complejidad de lo buscado sólo pedís alguien que os respete y os haga sentir mujer.
Un hombre que por fin mire más tus ojos y tus labios, que tu escote. Que sepa cuando abrazaros, cuando daros un beso o cuando, simplemente, callar.
Donde dar un simple paseo por el parque cogidos de la mano, acompañado de algún beso cómplice, sea uno de los mejores días de vuestra vida.
Un hombre que sepa deciros lo guapa que estás y os haga sentir la persona más preciosa del planeta.
Donde sus abrazos signifiquen unos días seguridad y otros pasión...
Sabéis que existimos y sólo tenéis que encontrarnos. Muchas pensasteis que era él, cuando todo lo que hacía os encantaba, luego esa luz se apagó. Ahora seguís abriendo puertas.
Es lo que buscáis, por eso, lo siento.

3/11/10

Nos.

Porque vosotras sois capaces de cambiarnos, de ayudarnos a conocernos mejor, de ser como realmente somos, sin ningún miedo al ridículo. Nos hacéis sentir el héroe, el más gracioso, el mejor amante...
Aportáis un nuevo significado de felicidad, el verdadero. No sabéis la satisfacción que es haceros reír, y decidnos "tonto" mientras nos sonreís. Vuestro tonto.
Por culpa vuestra nuestra risa es la más sincera y despreocupada.
Que con un sencillo pero sincero beso, nos hacéis callar, respirar y sentir....
Ya nada volverá a ser como antes de conoceros.
No queremos volver a nuestra simple, despreocupada y feliz vida de antes.
Volver a ser el centro de nuestro universo no tiene ningún sentido.
Por eso os necesitamos, por eso, os odiamos.

1/11/10

Humo.

Aquella joven pareja se sentó unas mesas más allá, ella poseía un mirada verde intensa, capaz de esclavizar a la mayoría de los hombres, de él sólo destaco su pelo limpio y arreglado y su camisa por fuera de rayitas rosas.
Estaban en una mal llamada tetería, donde las shishas son las verdaderas protagonistas y motivo de peregrinaje de jóvenes, y no tan jóvenes, en busca de una opción distinta, alrededor de un ambiente nebuloso. Estos lugares suelen tener un aspecto íntimo en parejas, en un clima relajado, en penumbra. Él así parecía entenderlo, le susurraba a su cuello y buscaba su boca en busca de un beso apasionado e íntimo, pero ella le evitaba, pero de una forma juguetona que a él le excitaba casi más, alguna vez encontró sus labios pero de forma efímera, insuficiente, porque ella estaba pendiente de otro hombre, sus ojos se habían fijado en ese joven que estaba sentado con sus amigos un par de cojines más allá, compartiendo confidencias y buenos momentos. Él se sentía siervo de esos ojos que le miraban a través del humo, pero a la vez se sentía cómodo, consciente de la atracción que le provocaba a aquella chica, aunque no fuera recíproca. Lo más que habría entre ellos sería un cruce constante de miradas, la de ella deseosa y la de él complaciente. Era suficiente, nunca se conocerían, pero ¿para qué? Cada uno siguió con su noche, ella aguantando al pesado de su acompañante, y mis amigos y yo nos fuimos en busca de otra cerveza.