1/11/10

Humo.

Aquella joven pareja se sentó unas mesas más allá, ella poseía un mirada verde intensa, capaz de esclavizar a la mayoría de los hombres, de él sólo destaco su pelo limpio y arreglado y su camisa por fuera de rayitas rosas.
Estaban en una mal llamada tetería, donde las shishas son las verdaderas protagonistas y motivo de peregrinaje de jóvenes, y no tan jóvenes, en busca de una opción distinta, alrededor de un ambiente nebuloso. Estos lugares suelen tener un aspecto íntimo en parejas, en un clima relajado, en penumbra. Él así parecía entenderlo, le susurraba a su cuello y buscaba su boca en busca de un beso apasionado e íntimo, pero ella le evitaba, pero de una forma juguetona que a él le excitaba casi más, alguna vez encontró sus labios pero de forma efímera, insuficiente, porque ella estaba pendiente de otro hombre, sus ojos se habían fijado en ese joven que estaba sentado con sus amigos un par de cojines más allá, compartiendo confidencias y buenos momentos. Él se sentía siervo de esos ojos que le miraban a través del humo, pero a la vez se sentía cómodo, consciente de la atracción que le provocaba a aquella chica, aunque no fuera recíproca. Lo más que habría entre ellos sería un cruce constante de miradas, la de ella deseosa y la de él complaciente. Era suficiente, nunca se conocerían, pero ¿para qué? Cada uno siguió con su noche, ella aguantando al pesado de su acompañante, y mis amigos y yo nos fuimos en busca de otra cerveza.

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