25/10/10

Persianas...

"Esa chica lleva toda la clase dada la vuelta." Ahí se acabó todo, y comenzó.
La cara de esa chica no se me olvidará jamás, ni a mi ni a muchos de mis compañeros y junto a ella una sensación de extrañeza, curiosidad, miedo...
El profesor daba su clase como cada lunes, soltándonos un royo interesante sobre el funcionamiento del ejecutivo en este país, interesante pero repetido en años anteriores. A quién no le interesó entonces, será difícil que lo aprenda ya, lo memorizará y escupirá en junio, y a seguir con su vida.
Mientras copiábamos un amigo pronunció la cita que ya has leído, levanté la cabeza y allí estaba, ella, sentada en segunda fila mirando a todos los alumnos, sin atender a nada ni nadie, entonces, se giró al profesor y levantó el brazo. En ese momento ya flipé, ¿qué iba a decir? ¿iba a chivarse de que alguno no atendía? ¿era un topo? entonces comenzó todo. "¿No se pueden subir las persianas?" le preguntó al profesor. Este, desde una pose de normalidad pero extrañado por dentro afirmó. Una compañera se tuvo que levantar para subirlas, hasta que pasasen el ecuador de la ventana, entonces ahí paró el mecanismo. "¿No se pueden subir hasta arriba?". Nos extrañamos todos, y hubo comentarios privados, ella se levantó y forzó a las persianas hasta el final, algo a lo que no estaban acostumbradas. Volvió a su segunda fila y se sentó de nuevo dando la espalda al profesor y mirándonos a todos.

Ya nada fue igual, la mirábamos extrañados entre los hombros de los compañeros, alguna vez nos encontramos con su mirada y le provocamos una mueca, de la que alguno se arrepintió.
Era la actitud más extraña que había visto, evité mirarla a los ojos y me fijé en el resto de compañeros, muchos la miraban resguardados entre la maleza de compañeros.
Toc, toc, toc. Dió unos golpes en la mesa, más madera para nosotros.
A partir de ahí todo fueron conjeturas... y un testamento.

Algo a destacar en un lunes corriente. Qué aburrida es la vida del universitario.

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