26/3/11

Él

¿Qué tiene él que no tenga yo?
¡No me jodas! Dime...

Él nunca podrá darte una conversación.
Ni hacerte reír como yo lo hago.
Yo también puedo arroparte cada noche, darte calor...
Dices que siempre está ahí cuando lo necesitas, que sabe escuchar, ¿yo no lo hacía?

¿Que con él te sientes renovada?...Tu eres tonta.

No puedo soportar que cada día te levantes a su lado y no conmigo.
¿Por qué cojones tienes que acostarte con él ? ¿En qué fallé?
Odio pensar que te paseas desnuda delante suya mientras a mi me queda el recuerdo.
Podrás follar con él, pero el amor te lo hacía yo.
Ahora me da todo igual. 
Sabes lo que te digo, ¡qué os jodan a ti y a tu puto colchón!

23/3/11

Días

Hay días que me gusta esperar fuera de la marquesina del autobús mientras llueve.
Hay días que me gusta escribir en este blog en vez de los trabajos de clase.
Hay días que me gusta pensar en vosotros y sentirme feliz de conoceros.
Hay días que me gusta hacer playback y air guitar por la calle.
Hay días que me gusta quedarme solo pensado en mi.
Hay días que me gusta dormir y despertar.
Hay días que me gusta mirarte.
Hay días que me gustas.
Hay días...
Hay días que no gustan. 
Hay días que me gusta escribirte.
Hay días que me gustan repetir mis actos.
Hay días que me gustan pero no voy a repetir nunca.
Hay días que me gusta estar enfadado y sentirme un borde.
Hay días que me gusta sonreírte aunque tú no sepas que lo hago.
Hay días que me gusta acostarme y pensar en lo que pudo ser y no fue.
Hay días que me gustan que no tengo nada impropio que escribir y escribo porque sí.

7/3/11

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Aquel día te nombré por primera vez y unas horas más tarde decidiste marcharte para siempre de nuestro lado. Yo, hombre poco supersticioso renegué de volver a escribir como si fuese un sitio maldito. Y aunque he mantenido esa postura de serenidad y entereza ante la gente, he llorado a solas, habiendo algo dentro de mi que me negaba reconocer que nunca más volveré a verte, esperando como cada domingo encontrarte en el salón echando tus cabezadas o por la cocina comiendo a escondidas como sólo tú sabías hacer. En los últimos meses tu cuerpo y mente se sentían cansados y así lo reflejabas, pero ese no eras tú y así es como no te recordaré.

A tu manera, me enseñaste y yo aprendí de ti. Ahora, me has seguido enseñando cómo es la vida mostrándome un dolor que nunca deseé pero que todos hemos de sufrir, un dolor que te hace sentir más humano y trivializa las preocupaciones de tu vida cotidiana y de los demás.

Recuerdo la última vez, sin saber que era el último día que te vería y antes de despedirme de ti, te provoqué y me reconociste, volvíste a ser tú. Toqué tu orgullo y tú levantaste la cabeza, me miraste y sonreiste en un gesto de complicidad. Es mi última imagen tuya, la que guardo con todos esos momentos que sin saber los motivos recuerdas con especial cariño, como el que yo te tenía y que ahora, tarde, creo que pocos veces te demostré.

Te fuiste justo 20 años después que lo hiciera la abuela, el mismo día y la misma hora. Y quiero pensar que hay algo de romántico en ello. El amor y la muerte, tan íntimamente unidos, tan íntimamente dolorosos.