7/3/11

.

Aquel día te nombré por primera vez y unas horas más tarde decidiste marcharte para siempre de nuestro lado. Yo, hombre poco supersticioso renegué de volver a escribir como si fuese un sitio maldito. Y aunque he mantenido esa postura de serenidad y entereza ante la gente, he llorado a solas, habiendo algo dentro de mi que me negaba reconocer que nunca más volveré a verte, esperando como cada domingo encontrarte en el salón echando tus cabezadas o por la cocina comiendo a escondidas como sólo tú sabías hacer. En los últimos meses tu cuerpo y mente se sentían cansados y así lo reflejabas, pero ese no eras tú y así es como no te recordaré.

A tu manera, me enseñaste y yo aprendí de ti. Ahora, me has seguido enseñando cómo es la vida mostrándome un dolor que nunca deseé pero que todos hemos de sufrir, un dolor que te hace sentir más humano y trivializa las preocupaciones de tu vida cotidiana y de los demás.

Recuerdo la última vez, sin saber que era el último día que te vería y antes de despedirme de ti, te provoqué y me reconociste, volvíste a ser tú. Toqué tu orgullo y tú levantaste la cabeza, me miraste y sonreiste en un gesto de complicidad. Es mi última imagen tuya, la que guardo con todos esos momentos que sin saber los motivos recuerdas con especial cariño, como el que yo te tenía y que ahora, tarde, creo que pocos veces te demostré.

Te fuiste justo 20 años después que lo hiciera la abuela, el mismo día y la misma hora. Y quiero pensar que hay algo de romántico en ello. El amor y la muerte, tan íntimamente unidos, tan íntimamente dolorosos.

2 comentarios:

  1. y ni 5 hombres de Stª Mª pudieron con su orgullo y su fuerza! Terco hasta el último momento.Te paece sí!... casi cada día lo recuerdo y me parece verlo! Un abrazo pimo :)

    ResponderEliminar