6/10/10

Reciclar.

Ahora que todavía los días son desocupados y uno no tiene mucho que hacer por obligación, te ocupas de cosas que tenías previstas pero que por falta de tiempo, pereza u olvido no has hecho cuando debías. Una de esas cosas era limpiar de papeles, facturas, matrículas y/o apuntes la parte que tengo reservada de mi escritorio, y un armario que apenas me atrevo a abrir consciente del arduo trabajo de selección que me espera por delante. Así que sólo reorganicé mi escritorio y un poco la estantería, algo que cuando mi madre se dé cuenta, recuperaré alguno de esos puntos que me he ganado perder estos años como hijo, o por lo menos no me lo echará en cara.
Pero sigamos con la limpieza.
La primera conclusión que he sacado es: la cantidad de mierda que se puede acumular sólo por cartas del banco y facturas de teléfono, por no decir los tochos de los apuntes y fotocopias de algunas asignaturas de las que no he aprendido nada. Pero también había más papeles, papeles con un valor para mí, y que no recordaba que los guardase, detalles hechos de papel por ti que he decidido guardar; y recuerdos de otros días que fueron mágicos en su momento y, como buen estúpido que se fija en detalles absurdos, decidió guardarlos para provocarle una sonrisa. Pero, ya carecen de sentido, y ahora han borrado mi sonrisa al verlos de nuevo.
Han ido a la bolsa (llena) de reciclaje de papel.
Esta tarde he limpiado mi escritorio y algunos recuerdos.






La segunda conclusión: no me apetece seguir limpiando el armario...

No hay comentarios:

Publicar un comentario